Cuando Bogotá comenzaba a vivir en el siglo XX, el tono de la vida revestía mayores contrastes que ahora. Los contrastes que existían entre la vida y la muerte, entre la pobreza y la riqueza, la alegría y la tristeza, eran muy grandes. Las diferencias entre los grupos sociales se hacían muy notorias, algo ostentosas, especialmente en el vestir, a causa de que el traje era todavía una forma de distinguirse socialmente. Todos los actos públicos estaban acompañados de un rígido ceremonial que buscaba darles un realce y valor a estos acontecimientos, cuando la mayoría de ellos difícilmente lo tenía. En cuanto al aspecto de la ciudad este no había cambiado mayor cosa durante el siglo de vida republicana. La arquitectura doméstica y la organización del espacio urbano variaron poco. Los habitantes de Bogotá siguieron conservando los mismos puntos de referencia espacial que sus antepasados a fines de la Colonia. Igual que entonces, las iglesias continuaban siendo los edificios más grandes, dominando la ciudad, y sus campanas eran un medio de comunicación que anunciaba las misas, los entierros, los desastres y también las alegrías. Sus tañidos a todos les decían algo.
Así como el paisaje urbano no varió sustancialmente en el transcurso de la época republicana hasta comienzos del siglo XX, tampoco cambiaron mayor cosa los grupos sociales. A causa de la débil integración de Bogotá al mercado mundial, las transformaciones económicas fueron pasajeras y superficiales, y no causaron cambios profundos, en el panorama social. Los principales grupos urbanos de fines del periodo colonial continuaban presentes a principios del siglo XX. Nos referimos a los artesanos, religiosos, rentistas, comerciantes y empleados en los llamados “oficios menores”.
Las causas de la persistencia de estos rasgos, en los que predomina la herencia colonial, las podemos resumir en una: Bogotá llega arde a la modernidad. Con relativa tardanza Bogotá comenzó a sacudirse de las dimensiones coloniales, a solucionar el descomunal atraso en los servicios públicos. Lo que no había crecido en el siglo IXI, lo hace en el siglo XX. La ciudad se extiende, se riega por la Sabana del centro al sur y al norte, sobrepasando las posibilidades de control urbanístico y satisfacción de las necesidades de servicios públicos. El acelerado crecimiento demográfico fue creando nuevos retos.
Los cambios en lo urbano y lo demográfico crearon la necesidad de racionalizar la administración municipal y de introducir la planeación urbana como un medio para controlar la ciudad. Paradójicamente, Bogotá encontró su camino, halló la forma de resolver sus problemas y de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes en momentos en que varias capitales de América latina iniciaban sus procesos de pauperización.
Ante el desmedido crecimiento poblacional y el déficit de vivienda para las clases medias y empleados estatales, sub oficiales de las Fuerzas Armadas, profesores y maestros de planteles oficiales y privados, de matrimonios jóvenes, de personas en edad de jubilación, fue creado por el gobierno del Presidente Eduardo Santos mediante Decreto Ley 200 de 1939 el Instituto de Crédito Territorial (I.C.T.) que ejecutó dentro de sus funciones la construcción y financiación de los programas de vivienda de interés social, hasta la expedición de la Ley 3 de 1991, a través de la cual se modificó el I.C.T. en Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (INURBE), donde su función principal es la adjudicación de subsidios a familias de escasos recursos para mejoramiento, construcción o adquisición de viviendas de interés social.
Grande fue la labor urbanística y de interés social realizada por el Instituto de Crédito Territorial. Gracias a su benéfica y eficaz organización surgieron en Bogotá barrios como Los Alcázares, Ospina Pérez en Muzú, Ciudad Quiroga, Ciudad Kennedy, Garcés Navas, Timiza, Tunal y Ciudad Salitre.
Ciudad Quiroga es un barrio del sur de Bogotá, perteneciente hoy en día a la UPZ (Unidad de Planeamiento Zonal) del mismo nombre, dentro de la localidad de Rafael Uribe Uribe; está dividido en tres sectores y nueve etapas.
Debe su nombre a una de las fincas de la Sabana de Bogotá por las que se subdividió en 1600, la hacienda del español Alonso Ruíz de Salamanca, que comprendía casi toda la localidad 18 de hoy día. Con el tiempo empezó a disminuirse hasta llegar a su extensión actual de barrio. Se fundó en noviembre de 1950, siendo en un principio un centro de cultura con interés artístico. Bajo la administración del Presidente, General Gustavo Rojas Pinilla, se construyeron 300 casas como parte del proyecto de planificación urbana de la ciudad, razón por la cual gran parte del suelo es de uso residencial. La mayoría de las viviendas fueron construidas con cubiertas abovedadas como parte de un experimento constructivo económico para la clase media. Este sector se llamó Barrio Urdaneta.
El Instituto de Crédito Territorial inicia su construcción hacia el año 1949, dando curso a la política de vivienda social del Estado. El 20 de julio de 1952 se adjudicaron por sorteo las primeras casas para familias numerosas, haciendo entrega del primer sector en el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. Las etapas que se siguieron fueron entregadas en el lapso de los años 50 y 60; se diferencian estas etapas por la construcción y tamaño de sus casas, de muy buena estructura, amplitud y capacidad para albergar la llamada familia patriarcal en vigencia todavía en la cultura colombiana: padre, madre, hijos y abuelos.
Ciudad Quiroga se ubica en la parte plana de la localidad, y son viviendas de tipo residencial consolidado que gozan de aceptables dotaciones de infraestructura urbana, que a lo largo de más de cincuenta años, se conservan en muy buen estado, tanto en sus unidades como en las calles, callejones y plazoletas.
Este es el tipo de barrio que construyó el Instituto de Crédito Territorial y que comenzó a poblarse a partir de 1956.